La ciudad de Huejotzingo, cabecera del municipio del mismo nombre, cuya etimología náhuatl significa “en los saucitos” o “el pequeño Huexotla”, fue fundada por los españoles a mediados del siglo XVI, en cuyo territorio se congregó a los indios de 16 pueblos del antiguo señorío de Huexotzinco, incluyendo a sus cuatro cabeceras, que hoy corresponden a los cuatro barrios en que se divide la población.
En este poblado, ubicado a 29 kilómetros de la capital poblana y a 105 kilómetros del Distrito Federal, se lleva a cabo cada año uno de los carnavales mestizos de origen indígena más antiguos y singulares del país, pues durante la celebración se rememoran acciones y personajes de la Batalla del 5 de mayo de 1862 y de la invasión francesa, teniendo como principal escenario la explanada Fray Juan de Alameda, frente al Palacio Municipal, en el enorme zócalo de la ciudad.
Aunque los danzantes que integran los múltiples batallones o cuadrillas participantes preparan con mucha anticipación los lujosos vestuarios, máscaras, mosquetones que lucirán durante los días de carnaval, con una profusión de recursos, creatividad, adornos coloridos y brillos que proporcionan la chaquira y lentejuela, es a partir del primer día de enero que se incrementan los preparativos para la organización del carnaval, una vez nombrado el General en Jefe, quien en conjunto con la presidencia municipal se encarga de la coordinación general y los responsables de las comparsas contratan la música, y cuidan los últimos detalles.
Como parte de los eventos previos al festejo, los domingos del mes de enero y hasta el que precede al sábado de la entrada del Carnaval, se llevan a cabo los domingos de “disfiguros”, como les llaman a los hombres que bailan disfrazados con ropa vieja, con máscaras de plástico o de cartón y con sombreros o cascos militares.
Llegada la fecha, durante cuatro días, del sábado al martes previo al miércoles de ceniza con el que da inicio la Cuaresma, se lleva a cabo el Carnaval en el que se desarrolla la batalla, con la quema de más de 3 toneladas de pólvora con la que alimentan los mosquetones.
Se trata del mayor festejo anual en Huejotzingo, en el cual sus pobladores desfogan todos sus problemas y se vuelcan en la celebración.
Lo central es el gran desfile que se desarrolla diariamente, de sábado a martes, en el que participa un promedio de 20 batallones y más o menos 500 integrantes.
En medio del estruendo y el humo de la pólvora que producen los mosquetones que portan los “soldados”, la gente de la localidad y de municipios aledaños observan el espectáculo desde las gradas y detrás de las vallas colocadas para proteger su seguridad, mientras los integrantes de los batallones con su general al frente, montado a caballo -responsable del orden de su comitiva- marchan en el orden preestablecido.
Detrás vienen las abanderadas –mujeres jóvenes con minifalda–, que portan la bandera nacional con la identificación de su barrio y batallón y las secundan los combatientes, zapadores, zuavos, zacapoaxtlas, turcos e indios que bailan al compás de los acordes que interpreta la banda de música de viento, que los acompaña en todo el recorrido, con melodías de ritmo tropical o corridos con ritmo de cumbia, mientras disparan frenéticos sus mosquetones de madera labrados finamente en la culata, con motivos prehispánicos o modernos fabricados al gusto del poseedor.
Aparte de los personajes mencionados, participan como acompañamiento otros personajes diversos con trajes menos vistosos, como las maringuillas, hombres disfrazados de mujeres, con máscara, faldas de terciopelo negro bordadas con lentejuela y sombrero de charro, o vaqueros que por todo disfraz portan la máscara de madera y el sombrero de charro.
En otro episodio histórico de la fiesta, el “bandido” Agustín Lorenzo enamorado de la hija del corregidor, la rapta poniendo en riesgo su vida, pues luego de hacerlo es perseguido a balazos por el padre de la novia y sus oficiales, quienes buscan a toda costa vengar la afrenta.
Después del desfile y el rapto de la dama, los danzantes hacen un paréntesis en la escenificación alrededor de las 14 horas para ir a tomar sus alimentos, concentrándose los integrantes de los batallones de cada barrio en un lugar predeterminado en donde comen todos juntos.
La comida, por lo general, es patrocinada por algún ciudadano con recursos, quien se ofrece de manera voluntaria a alimentar a unos 300 danzantes más sus familiares.
Más tarde, alrededor de las 16 horas continúa la celebración, con música, disparos y bailongo y con el último acto del día: la evocación del primer casamiento indígena, realizado en estas tierras por los frailes franciscanos luego de la conquista española.
Luego de cuatro días de excesos, en donde la costumbre permite dar rienda suelta a la comida, la bebida, el baile y hasta una que otra riña, los danzantes, que en su mayoría son católicos, se preparan para atender los requerimientos espirituales llegada la época de recogimiento, de la Cuaresma y de la oración.
En esas fechas y en el resto del año es recomendable visitar Huejotzingo para probar y adquirir las exquisitas sidras que se fabrican en ese lugar, además de conocer su magnífico convento franciscano edificado en el siglo XVI, y que junto con otros ubicados en las faldas de los volcanes fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
¿Cómo llegar?
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